Comentario
Destaca también con una entidad específica, un grupo de artistas vascos que, como en el caso catalán, responden a la voluntad de diferenciar una escuela regional -y también a la existencia de un mercado más exigente y de mejor nivel adquisitivo-. Adolfo Guiard fija su residencia en Bilbao en 1886 y elabora -como Casas y Rusiñol en Cataluña- una síntesis de las aportaciones técnicas de la pintura francesa con temas provenientes de la más profunda tradición vasca. Adolfo Guiard es el primer artista vasco que reside en París en una fecha muy avanzada, desde 1879 hasta 1886; allí conoce y asimila las enseñanzas de los pintores impresionistas franceses, la de Degas de una manera especial, junto con la influencia de las estampas japonesas que se aprecia en la composición de sus obras y por el hecho de destacar sutilmente los contornos de sus figuras.
Es un pintor de escenas populares, pero sin llegar a ser lo que llamaríamos un pintor de temática regionalista. Debe considerársele por otro lado como el fundador de la nueva escuela de pintura vasca; una escuela de pintura que no se caracteriza por su especificidad plástica, sino por la utilización de una temática concreta, las escenas rurales, pero también temas de la vida marinera, que permiten describir los escenarios, los tipos y las costumbres desde un punto de vista casi antropológico. Entre los pintores activos que podrían inscribirse en la escuela vasca citaremos en primer lugar a Manuel Losada (1865-1948), que sigue muy de cerca los pasos de Guiard, junto con los hermanos Valentín (1879-1963) y Ramón (1882-1969) de Zubiaurre o Gustavo de Maeztu (1887-1947).
El santanderino Darío de Regoyos (1857-1913) es un pintor clave en la introducción de la vanguardia española, y uno de los que mejor define el concepto de modernidad, y sin duda, el más avanzado, desde el punto de vista técnico, del arte español del momento. Regoyos se vincula con la cultura vasca pues reside allí entre 1890 y 1910. Conoce la pintura francesa y se vincula muy estrechamente con la vanguardia belga, con el grupo de Les Vingt, desde 1882, y, a través de ellos, con toda la vanguardia europea del momento de la que pronto entrará a formar parte; se relaciona también con artistas e intelectuales catalanes en los primeros años de la década de los noventa, cuando en Cataluña Casas y Rusiñol introducían los modelos franceses; en Barcelona se le reconocerá, según ha señalado Françesc Fontbona, como uno de los maestros de la vanguardia europea.
La pintura de Regoyos es la más audaz, la más vanguardista y moderna en la década de los noventa, y se puede comparar con la de otros pintores postimpresionistas europeos, que recogen las aportaciones de los pintores impresionistas -la pincelada cargada de luz y color-,interpretándolas desde una perspectiva valiente, pero sobre todo, muy personal. A veces Regoyos se acerca al puntillismo, pero no podemos encasillar sólo en este término su pintura; el suyo es un postimpresionismo que arriesga y traspasa sus propios limites, siempre al servicio de su peculiar visión del entorno, del paisaje. La pluralidad de intereses de Regoyos se confirma en la publicación del libro "La España Negra", en 1897, en colaboración con el escritor belga Emile Verhaeren, una obra tremendamente pesimista que se vuelca en la descripción de los aspectos más negativos de las costumbres españolas y que influirá sustancialmente en el cambio de gustos y de temas que se producirán en el fin de siglo.
Ignacio de Zuloaga (1870-1947), es el otro nombre indiscutiblemente ligado a la modernidad entre los pintores vascos. Más arriba hemos mencionado su papel en la consolidación de un tipo de paisaje en la línea del modelo ideal de España, soñado por los intelectuales de la generación del 98, y señalaremos más adelante su trayectoria como pintor cosmopolita; pero debe ser recordado también en este capítulo, pues junto con Pablo Uranga (1861-1934) propone una visión más integradora de la pintura vasca en el contexto español.